
Sus aplicaciones son similares a las del horóscopo occidental que conocemos, variando sólo en sus descripciones y en su aspecto “exotérico”. Está basado en una lógica interna –esotérica, podríamos decir–, que una vez comprendida, le da sustento a todo el sistema.
Pero, ¿se relaciona este horóscopo oriental, basado en animales como el búfalo, el conejo y la serpiente (y muchos más) con el que nosotros conocemos (Aires, Tauro, etc.)? ¿Cuáles son los puntos de encuentro entre ambos zoodiacos? ¿Cuál es la lógica que los relaciona? Veamos más de cerca cada uno de ellos.
Hay muchas leyendas acerca del origen del Horóscopo Chino, pero entre las más extendidas está aquella que dice que Buda, antes de desencarnar, convocó a todos los animales de la tierra para reunirse con él. Fue una carrera en la que no sólo contaban la velocidad sino también la perspicacia e inteligencia. La Rata llegó primera, porque astutamente se subió al lomo del Búfalo, y el Cerdo haragán llegó último. El orden de los animales entonces, estuvo dado por su rapidez y astucia en la carrera. Buda los honró dándoles a cada uno un año para gobernar. Son éstos los que conocemos hoy como los 12 animales.
Mientras que los signos occidentales tienen su origen en la posición del Sol cada mes (pueden encontrar una explicación ampliada en el artículo “¿De dónde vienen los signos?”, en el Historial del Blog), los animales del horóscopo chino lo tienen en una selección de los animales que han acompañado siempre al hombre. Los signos del zodiaco chino son: Shu (Rata), Niu (Búfalo), Hu (Tigre), Mao (Conejo), Long (Dragón), She (Serpiente), Ma (Caballo), Xang (Cabra), Hou (Mono), Ji (Gallo), Gou (Perro) y Zhu (Cerdo). No es sorpresiva tal selección exclusiva de animales, ya que los signos del zodíaco occidental se basan también en descripciones similares: Aries como un carnero, Tauro como un toro, Cáncer como un cangrejo... Este es uno de los puntos de encuentro más importantes entre ambos sistemas.
Sin embargo, una de las grandes diferencias es que en los países asiáticos, el Horóscopo se basa en la Luna en lugar del Sol que elegimos los occidentales. Por lo tanto sus años son lunares. Cada uno de ellos comprende 12 lunas nuevas y una treceava cada docena de años, por lo cual un nuevo año jamás coincide con la misma fecha (el año nuevo chino comienza entre enero y febrero de nuestro calendario). El ciclo zodiacal es de doce años y no de doce meses. Y los signos se continúan siempre en el mismo orden, siendo representados por animales, que ejercen una influencia en la vida, el destino y el carácter de los seres humanos. La rata prepara la trampa; el gallo escarba con el pico y con las patas para encontrar su comida; la cabra bala cuando le falta la hierba; el gato (o conejo, como también se lo conoce) siempre cae sobre sus patas y se incorpora rápidamente; etc.
Como todo horóscopo, en principio tuvo la función de guiar a la población y al gobernante para tomar decisiones correctas, prediciendo los ciclos naturales: los movimientos de la Luna y el Sol, el cambio de las estaciones –saber tan necesario para sacar buen provecho de las cosechas–. Fue más tarde, cuando los calendarios se perfeccionaron, y se estableció la longitud exacta del año solar y sus variaciones (el año bisiesto, el desplazamiento de los solsticios y equinoccios, por ejemplo), que la astrología, es decir el saber relativo a los cuerpos celestes y su conexión con la vida de la tierra, pudo ser aplicada a nivel individual. Esto alcanzó su mayor auge en las predicciones, ya no de ciclos sociales o colectivos únicamente, sino también, aplicadas al destino individual o familiar.
Y como todo saber “mágico”, pasó por períodos de gran aceptación y otros de persecución. Pero acabó por ser aceptado entre la población como un método de autoconocimiento y ordenamiento de la vida.
Es el año de nacimiento y no la fecha completa la que otorga la personalidad al individuo. Además de estar representado por un animal, se le anexa uno de los cinco elementos de la teoría china que vendría a ser como la energía primordial a través de la cual uno se expresa: el fuego, el agua, la tierra, el metal y la madera. Existen diversas interrelaciones entre dichos elementos, como un ciclo de construcción o alimentación y un ciclo de destrucción o degradación de cada uno; aplicado a los vínculos humanos, nos da un primer acercamiento de cómo podrían ser las relaciones entre los signos.
Tomemos el ejemplo de una persona Rata, cuyo elemento es el fuego. Al relacionarse con otra persona de su mismo signo, podría preveerse que la relación sería fructífera –iguales signos se “llevan bien”-, pero habría que observar los elementos regentes de cada uno: por ejemplo, una Rata de Fuego, será más pasional, confiada y expresiva que una Rata de Agua, que será más emotiva y sensible. Esta es sólo una de muchas explicaciones prácticas que se pueden dar sobre el uso de este horóscopo.
En Argentina, el conocimiento del horóscopo chino es reciente. Ha sido fuertemente difundido por la conocida Ludovica Squirru durante las últimas décadas del siglo XX, que es –a nuestro juicio– la representante más importante del sistema en América Latina. Recomendamos su página personal para ampliar los conocimientos sobre el tema.
Pese a que sus descripciones pueden diferir, tanto el horóscopo occidental como el chino, están basados en el mismo conocimiento milenario y fundados sobre el mismo espíritu: promulgar la evolución del hombre y guiarlo en su camino por el planeta hacia una mejor sociedad, más justa, más amorosa, más compasiva, comprendiendo que lo diferente, no necesariamente es malo.