Astrología, destino y ¿libre albedrío? La predicción inteligente


Una de las ramas más extendidas del saber astrológico es sin duda la rama predictiva, que busca dar pautas e indicaciones sobre los posibles acontecimientos para un determinado momento –ya sea para el individuo o la sociedad–, observando el cielo y la posición de los planetas. Aquí tocamos obligadamente la astrología más exotérica; es decir, aquella que ve la luz en los periódicos y diarios todos lo días. Veamos algunas claves para entender de qué se trata esta rama predictiva.

El ser humano tuvo siempre la necesidad de conocer su porvenir: saber si su futuro será venturoso, afortunado, o si, por el contrario, será desagradable, en cuyo caso uno busca estar prevenido de tales las consecuencias. Así que digamos, en principio, que la necesidad de saber, de adivinar el futuro es muy humana: y digamos también que la astrología ofrece en un primer momento, una solución “paliativa” a esa angustia existencial, dándonos la apariencia de que –si sabemos lo que nos va a ocurrir– podremos evitar ese futuro desagradable y cambiar su desenlace, en caso de que no nos guste.
Ahora bien, esto tiene varias consecuencias, que son muy normales en toda persona que se acerca a la astrología desde esta visión: al conocer los tránsitos, las revoluciones y las progresiones (diferentes técnicas que se aplican sobre la carta natal para ver su evolución) uno bien podría sentir que se cuenta con una guía más o menos certera y específica sobre qué hacer y qué no. Esto puede ser cuestionado: algunos pensarían “yo no necesito leer mi horóscopo porque yo controlo mi destino”. Y en tal caso habría que preguntarse qué es “aquéllo” que determina que uno controle su destino y tenga dominio sobre lo que le pasa.

Porque, si reflexionamos un poco, nos daremos cuenta que aquél que deposita su confianza en los designios planetarios para sentir que puede manejar su vida, no es muy diferente de aquél que afirma que “puede controlar su destino”... en el primer caso, su fuente de confianza es manifiesta; en el segundo, no lo es tanto. Pero todos tenemos algo en lo que creemos para darnos confianza y guiar nuestra vida: la religión, la devoción a algún santo o persona íntegra a la cual uno dedica sus peticiones y agradecimientos, o bien, la observación del cielo, ese fiel compañero que va marcando las horas y los ciclos.

Cualquiera sea el caso, el impulso que nos lleva a creer en “algo” –o en “nada”, como los que se reconocen ateos o agnósticos– es el mismo. Es la búsqueda de un Sentido a los acontecimientos humanos, ya sea por designios de los dioses, de las estrellas, o “la vida carente de un sentido manifiesto”, más allá de nuestra propia existencia que “se acaba con la muerte”.

La astrología vendría a ser entonces, en este sentido, el “paliativo” del que hablábamos antes. Sin embargo, esta es una de las primeras fases que todo estudiante o aficionado a la astrología atraviesa cuando se acerca a este saber, que nos permite pre-decir –decir con antelación a que algo suceda–. Cabría agregar también algo posterior, que es la comprensión: no sólo entender intelectualmente, sino comprender integralmente el sentido de los acontecimientos externos.

Algunos de los signos más comunes al buscar una guía en la astrología, son: la profecía autocumplida, que surge como una autoprogramación –ya sea con resultados agradables o desagradables– para que sucedan ciertos acontecimientos o hechos; una cierta dependencia del conocimiento de las predicciones, que se genera como consecuencia del aparente control que tenemos sobre lo que nos sucede; una posible decepción, cuando aquello que esperamos no se concreta, entre otros efectos.

Cabe aclarar nuevamente, que todos estos efectos son muy humanos y por ende, esperables. Recién, luego de haber atravesado esta primera frase, puede uno relacionarse inteligentemente con la predicción astrológica, ya no viendo los movimientos planetarios y sus significados como algo inamovible o que forzosamente sucederá, sino como una POSIBILIDAD. Debemos recordar cuatro elementos que se juegan a la hora de hacer una predicción, más aun tratándose de astrología:


- el conocimiento estadístico y racional, en el que se van recavando datos, asociaciones y significados para planeta y posición;
- la interpretación, que abordamos siempre en nuestra condición de sujetos, recortando necesariamente la realidad para comprenderla;
- la conjunción de varios símbolos para dar varios significados: no se interpretan símbolos aislados, sino entendiéndolos dentro de un contexto;
- la posibilidad de que ese significado que hemos escogido para determinados símbolos se manifieste en la realidad o no.

Estudiar o incursionar en astrología no deja de ser nunca un arte interpretativo, una disciplina que privilegia un punto de vista terrestre de los movimientos planetarios, que busca asociar con ellos los hechos del devenir humano. Por ello, debemos ser humildes y estar abiertos a la probabilidad, y estar atentos a que el significado que hemos elegido para un planeta (Marte, por ejemplo) en determinada posición (en casa Tres, por ejemplo) deja de lado necesariamente otros. Nuestro pensamiento es unilateral y no puede observar la totalidad de los significados simultáneamente. Pero cada tránsito, cada aspecto, cada símbolo representa un “abanico de posibilidades”, y nuestra mente selecciona tan sólo un puñado de ellos. Debemos ser precavidos, entonces, a la hora de hacer o leer una predicción.

Como consecuencia de atravesar diferentes fases en la relación con la astrología –ya sea estudiándola seriamente para practicarla, o verificando personalmente las predicciones sin necesidad del estudio–, puede tener lugar un nuevo vínculo: una nueva visión de la vida y de las cosas que nos pasan, no viéndolas ya como fatalidades o golpes de suerte, sino como un eterno vaivén de variados acontecimientos, los cuales no son independientes de la persona a la que “le ocurren”, sino que son inherentes a ella. “Algo” hay de esa persona, en el suceso que atraviesa.

Todo este análisis, nos lleva indefectiblemente al famoso debate determinismo (o destino) y voluntad (o libre albedrío), que pese a todos los análisis y conclusiones que de él se extraigan, es un tema inagotable. Pero tomemos algunos puntos neurálgicos. La predicción en astrología descansa sobre y/o puede resumirse en la siguiente ecuación:

ENERGÍA = (AUTO)IMAGEN + DESTINO

¿Qué significa? Que la carta natal es un campo energético que nos precede, y al que “nacemos” (nosotros “"aterrizamos” en un momento particular de la historia de la humanidad, y con un determinado cielo de testigo...). ENERGÍA es la totalidad de lo que somos. (AUTO)IMAGEN, o vale decir, autoconocimiento, es lo que reconocemos como lo que es "yo". DESTINO es todo lo que desconocemos de nosotros mismos, es lo que aparentemente “nos sucede por azar", es el “no yo”, pero que en última instancia me completa. La vida nos trae siempre lo que nos falta para completarnos. La paz es el arte de completar lo faltante, decía Morihei Ueshiba.

Destino y libre albedrío son opuestos complementarios: si existe uno es porque existe el otro, como el día y la noche. ¿De qué depende, entonces, vivir a merced del “destino” o ejercer la voluntad y “manejar” (muy entre comillas) los acontecimientos? Depende del conocimiento, del auto-conocimiento, es decir, de la autoimagen que tenemos, que debe ser más abarcativa, más integrada, conforme agregamos velitas a la torta todos los años. En todos los individuos existe un porcentaje de destino y otro de libre albedrío; en algunos es más obvia la acción del destino que la de su opuesto: la clave está en conocerse, y así, completarse (o al menos, procurar hacerlo).

La predicción se basa en la previsibilidad de la conducta del hombre: si sabemos que a lo largo de la historia de la humanidad, cuando "A" se encuentra con "B" se produce un conflicto, o por el contrario, un efecto placentero o positivo, entonces, cada vez que veamos (en una carta) un encuentro entre A y B diremos que el efecto será tal o cual (ya se agradable o desagradable). Pero si a la relación de A y B le agregamos un elemento, es decir, el (auto)conocimiento, la conciencia, entonces, ya no podemos pre-decir, porque el individuo se hace cargo de su campo energético y lo expresa a voluntad. Ha ganado terreno al destino. O cuando menos, no actúa en automático. Aprieta “su” botón del universo, interpreta “su” Instrumento, el que ha venido a tocar en la Gran Obra...

En resumen y para terminar, los planetas dan cuenta de ciclos y estos tienen fases expansivas y fases donde debemos “achicarnos” y hasta prepararnos para la caída inminente. No olvidemos que –como escribió Jung una vez– “el significado hace soportables muchas cosas... todo, quizás”. El significado nos ayuda a transitar por la vida y la astrología vendría a ser como aquél “aceite lubricante” necesario para manejarnos sin fricciones. Es allí dónde descubrimos su verdadera esencia.

El primer aniversario de Neptuno: crónica de una ilusión anunciada

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Neptuno cumplió su primer aniversario, su revolución de 164 años luego de haber sido descubierto en 1846 por Le Verrier, al retornar al grado 25 del signo de Acuario, posición en la que se encontraba la noche del “descubrimiento”. Como todo lo asociado Neptuno, este período nos encuentra con grandes confusiones, ideales frustrados e incertidumbre acerca del futuro de la humanidad. Pero veamos más de cerca esta nueva “crónica neptuniana”. Tendremos en cuenta, para ello, el zodíaco tropical, en su versión geocéntrica.

En Astrología mundana, los planetas son como piezas de un reloj cósmico: los trans-saturninos son como las agujas grandes, que marcan las horas, procesos largos, y lentos (el telón de fondo); mientras que los planetas personales –los más rápidos en su tránsito por el zodíaco, comparados con los transpersonales– son la aguja del segundero, marcando situaciones menores, hechos aislados, o bien, la cotidianeidad. A Júpiter y Saturno les cabe el rol de marcadores un tiempo más grande que éstos últimos, aunque no tan holgado como para no ser percibidos a corto plazo: serían como la aguja del minutero. Desde la antigüedad, se observaban especialmente sus conjunciones, que se repiten cada 20 años.

La carta del descubrimiento de Neptuno, levantada para el día 24/09/1846 00:15h LMT (horario aproximado) en Berlín, Alemania, muestra a un Neptuno en 25º 52’ 49’’ de Acuario, en su fase retrógrada. En esos momentos estaba muy estrechamente aspectado con Saturno (una conjunción en el mismo grado), ambos en quincuncio con Marte y en sextil a Plutón, y estos dos últimos también en quincuncio, formando todos un apretado Yod o Dedo de Dios. Quirón hacía una sesquicuadratura a la conjunción Neptuno/Saturno. A través de Saturno, podríamos decir que Neptuno “tomó forma” y se dejó ver a antes los ojos humanos. La historia de su descubrimiento es muy curiosa, ya que fue uno de los primeros cuerpos cuya su existencia fue primero “intuida” y “pensada” (como consecuencia de las alteraciones en la traslación de Urano), y luego comprobada mediante el telescopio. Los cálculos fueron confeccionados por dos astrónomos en dos países diferentes, y fue descubierto por un tercero. Marte (en quincuncio) y Putón en sextil le dieron la fuerza necesaria para que “decante” la energía neptuniana y se mostrara, para luego incluirlo en la corte del sistema solar desde ese momento. Es el último de los gigantes gaseosos.

El retorno a dicha posición se dio el día 11 de abril 2009 a las 19:24:11 TU, repitiéndose un espectáculo similar: éste constituyó el primer paso directo, pero quedan dos toques más: uno el 17 de Julio 2009 a las 10:24:43 TU en movimiento retrógrado, junto a Quirón, Júpiter y el Sol. Y un tercer toque (directo) el 07 de febrero de 2010, a las 14:32:34 TU junto a Quirón, Urano y Venus. Si bien los aspectos no se repiten, es llamativo encontrar a Quirón y a Urano en aspecto tan cerrado (uno de conjunción y otro de semisextil), lo que sugiere que ambas cualidades estarán unidas de ahora en más, a partir del “período” que se inicia con esta conjunción (recordemos que este aspecto significa “comienzo”).

La conjunción exacta de Neptuno/Quirón con Júpiter, fue el día 20 de Mayo, en el que Júpiter ingresó en grado 26. Pocos días después comenzó a retrogradar, haciendo nuevamente un contacto. Volverá a conjuntar a Neptuno el día 19 de diciembre de 2009, para luego alejarse del mítico grado 25.

La última conjunción entre Júpiter y Saturno se produjo en los 22 grados de Tauro, el día 28 de mayo de 2000, iniciando un nuevo período de 20 años. La conjunción en Tierra es propicia para el desarrollo económico, el comercio, pero también indica pugnas en esos ámbitos; las naciones se tornan más territoriales y pueden surgir conflictos. El 21 de diciembre de 2020 la conjunción se producirá en los 0 grados de Acuario, y por 140 años, el aspecto no cambiará de triplicidad. Esto marca un enorme período de racionalización, propicio para desarrollar nuevos sistemas económicos, y durante los primeros 20 años, básicamente, pensar “formas” y “enarbolar” teorías que nos saquen de la profunda que crisis en que la que estamos.

Volviendo a Neptuno, mucho puede decirse de la triple conjunción: enseguida proliferaron diferentes versiones. Esta conjunción anuncia, más que hechos concretos, una excelente oportunidad para revisar nuestros ideales, expectativas, sueños y utopías… ¿Qué esperamos del futuro, qué soñamos para él? ¿Será un futuro luminoso? ¿Será un futuro que nos encontrará sanados o heridos todavía? Es un buen momento para revisar estas utopías, versiones de cómo deberían ser las cosas de ahora en más; las que tenemos, las que abandonamos, las guardadas en la “mesita de luz”, las que podemos imaginar de aquí en más. ¿Por qué digo esto? Podemos asociar a Neptuno como la ilusión, a Júpiter con la expansión, y a Quirón como la sanación: por qué no fabricar grandes ilusiones que nos sanen, nuevas sociedades quizás (Acuario), o nuevos valores (Júpiter)... Ilusión, expansión, espiritualidad, grupo, amistad universal... todo esto “suena” a utópico, aunque no estaría mal revisar dichos conceptos, para ver qué versión de lo “utópico” tiene cada uno o qué tipo de sociedad nos gustaría construir. Depende de nosotros "ilusionarnos" en el buen sentido. Los sueños de una humanidad unida por lazos fraternales, hermanados bajo un mismo deseo… es muy positivo rescatar estas imágenes y empezar a pensar formas de materializarlas (la inspiración es una cualidad que comparten tanto Júpiter como Neptuno).

Cabría preguntarse qué sucederá cuando Neptuno ingrese en el signo de Piscis, al que rige. Y por qué no, también reflexionar sobre su ingreso en Acuario, signo que abandonará pronto. ¿Qué sucedía en el mundo hace 14 años? Neptuno ingresó en Acuario el 28 de Enero de 1998, e ingresará en Piscis el 4 de abril del 2011 (un año después lo hará Urano en Aries). En 1998 tanto Urano como Júpiter estaban transitando también Acuario; Plutón recién iniciaba su “peregrinaje” por Sagitario, y Saturno lo hacía por Aries. Sin duda, momentos de grandes transformaciones y crisis, a pocos años del fin de milenio, en el que se renovaban los miedos del “fin del mundo”…

¿Qué proponía Neptuno transitando el signo del aguador, de la igualdad y los grandes ideales? Necesidad de síntesis entre los esquemas mentales y la compasión, para diluir las diferencias entre los seres humanos. Neptuno funciona como un “canal” por el que se “cuela” el signo en cual se halla: durante la última década se ha convertido en un canal privilegiado para la transmisión de esas ideas, al menos, para quien esté abierto a escuchar. Las llamadas canalizaciones, han aumentado en los últimos lustros: ¿tendrá algo que ver con Neptuno…? El cine (imágenes ilusiorias en una pantalla) tiene estrecha relación con Neptuno: y en los últimos años hemos visto decenas de películas que hablan o bien del fin del mundo o bien de una forma de salvarlo; fimls que retratan la decadencia de la humanidad, y otros que intentan rescatar valores aparentemente perdidos...

Por otro lado, la generación de niños nacidos entre 1998 y 2011 llevará el “chip” necesario para concretar todos estos aspectos, pero recién se empezarán a notar esas voces en los próximos años, ya que estos individuos son todavía muy pequeños, o están transitando la adolescencia.

No olvidemos a Plutón, que imprimió su principio de transformación en los individuos nacidos desde 1995 hasta su ingreso en Capricornio, en el año 2008. Las personas nacidas en ese período tendrán como “pauta inconsciente” la de transformar las estructuras y las ideas acerca de la Verdad, la Religión, la Espiritualidad y los valores morales, temas propios de Sagitario. La proliferación de grandes grupos religiosos paralelos a la religión oficial es un testimonio de este movimiento plutoniano: algunos buscan la libertad del individuo (los grupos new age, por ejemplo); otros, grupos sectarios, buscan ganar más y más adeptos y tenerlos bajo su control. Paralelamente, la noción de Verdad absoluta se fragmenta, y gana cada vez más fuerza el concepto de que no existe Verdad absoluta cognoscible, sino que ésta es una construcción colectiva, un “mosaico”. Éstas son transformaciones atribuibles a Plutón en Sagitario.

El efecto de Neptuno y Plutón se evidencia mayormente si se lo tiene en cuanta a nivel generacional. Ambos imprimen una cualidad particular en el individuo que nace, y ésta deviene del signo por el que transita cada uno. En la astrología personal, uno debe “adaptar” ese significado a la propia carta natal.

También podemos relacionar este proceso con el tránsito de Urano en Piscis, que establece un diálogo especial con Neptuno, al hallarse en recepción mutua. De esto puede inferirse que ambos planetas trabajan juntos, aun cuando no estén en aspecto (estuvieron en semisextil al transitar Neptuno por grado 25): quizás, la novedad (Urano) en la religión y la espiritualidad (Piscis) y la disolución de las individualidades (Neptuno) en pos de la unificación de las masas (Acuario), sean algunos de los significados.

De alguna manera, tanto Neptuno como Urano están señalando que esto no se llevó a cabo. Basta ver las noticias para darse cuenta que poco de lo que estos planetas expresan se ha materializado aun…

Y, ¿qué sucederá cuando Neptuno ingrese en Piscis y Urano en Aries? Neptuno en Piscis (a partir del 4 de abril del 2011) caracterizará una generación que tendrá por pauta básica la de respetar todas las formas de vida, la compasión ante todo: los niños índigo y cristal que están naciendo y –seguirán haciéndolo– pueden ser un testimonio de estas energías. No soy partidario de las etiquetas, por lo que entiendo ambos adjetivos como “cualidades” presentes en los nuevos niños: los índigo, como la cualidad que “rompe estructuras” caducas, que busca disolverlas en pos de una mayor igualdad (Neptuno en Acuario), y los cristal –o diamante, como también se puede haber oído por allí– traen al mundo la compasión, el amor universal, un tipo de amor poco practicado: amor sin objeto, que es el amor como sustancia primordial sin estar enfocado a nada ni a nadie (Neptuno en Piscis). Si bien hay testimonios de niños con estas características nacidos mucho antes de los tránsitos mencionados, no deja de ser notable la analogía que se establece entre planeta/signo y sus cualidades.

Urano en Aries (a partir del 27 de mayo del 2010) significará la conquista de nuevas tierras, nuevos horizontes: quizás, la llegada del hombre a Marte ocurra durante los siete años del tránsito, o bien, se alcanzarán nuevas distancias en el sistema solar, se descubrirán nuevos objetos, y nuestro hogar dentro de la galaxia se agrandará nuevamente. Sin embargo, el otro aspecto de Urano en este signo cardinal es la individualidad que propone, lo que puede contrariar al proceso que vengo describiendo. Pueden surgir uno o varios líderes políticos o militares, exhibiendo características mesiánicas y/o salvadoras (Urano en Aries + Neptuno en Piscis), primero, para luego mostrar su verdadero rostro despótico… No olvidemos, que cuando Urano trae lo nuevo no pregunta, no pide permiso: se impone, y hasta puede ser más coercitivo y autoritario que Saturno, al que tenemos catalogado como “el gran castrador”…

Y no perdamos de vista a Plutón en Capricornio, que provocará que las máscaras institucionales se caigan, las dejará “peladas”, las destruirá si es necesario, para dejar sólo aquello que responde a la igualdad social, y a un equilibro de clases (Capricornio). Junto con Saturno –que pronto ingresará en Libra en Noviembre del 2009, signo en el que se exalta–, hará una cuadratura, que intermitentemente nos estará señalando durante el transcurso del año, por un lado, un quiebre en el poder de las potencias mundiales, primero llevando al extremo –Plutón– las formas de autoridad existentes –Saturno–, viviendo así su cara más dura, y luego, podrían proveer también la estructura necesaria (renovada) para que la energía más sutil proveniente de Neptuno se manifieste. Igualmente, creo que falta bastante tiempo para eso. La cuadratura comenzará a sentirse a final de agosto de este año, y se hará partil el día 12 o 13 de noviembre. Al mismo tiempo hará una sesquicuadratura a Quirón, y por extensión, a Júpiter y a Neptuno, aunque será más obvio el tránsito del Sol por los últimos grados de Escorio cuadrando este aspecto tenso. A lo mejor, se vivan días de mucha violencia.

Sin duda, se trata de un cuadro variado, pero la intención es la de pintar un “color de base” en lienzo de la vida, y dejar plasmados algunos de los posibles significados de los planetas que pueden cambiar y desviar el curso de la historia hacia nuevos procesos. No olvidemos, que aun cuando los actores y los discursos cambien, la historia se repite. Y los planetas, son fieles testigos de ello.