Receta para fumigar felicidades

En esta oportunidad, con motivo de la Navidad, les queremos compartir un texto de Virginia Gawel y Eduardo Sosa: ambos son docentes de psicología transpersonal y se dedican a enseñar esta nueva vertiente desde una calidez y humanidad que no se encuentran en cualquier lado. Más abajo pueden encontrar el link para visitar su sitio.

Digámoslo sin anestesia: quizás sea cierto lo que dicen los amargos y los desmaravilladores: que “LA” Felicidad... no existe. Por lo cual desearle a alguien “Que seas feliz” puede implicar una triste ingenuidad. Pero... cuidado! Cuidado, señores desmaravilladores, que “LA” Felicidad podrá no existir... pero sí existen “LAS” Felicidades. Así: en coro, pequeñitas pero bien vivas, como mariposas o libélulas. Rara vez las felicidades andan en bandada. Pero de pronto le sorprenden a uno, como un colibrí que entró por la ventana. Y ahí sí: desearle a otro, -como en esta época del año- “FELICIDADES!!” puede representar algo posible. Te contamos algo: la palabra “feliz” viene de una antigua raíz indoeuropea que significaba “amamantado”. Qué bello, no!? Y es que es así: las Felicidades son pequeños momentos en los que nos dejamos amamantar por la Vida.

Sin embargo, nuevamente: CUIDADO! Las Felicidades son delicadas como esas flores que crecen en una grieta del cemento: hermosas, singulares... y pasibles de ser fumigadas hasta la raíz. Por lo otros? Rara vez: es uno mismo quien deja la ventana abierta para sus Felicidades. Uno mismo las elabora, artesanalmente (no puede comprárselas). Y uno mismo a veces, torpe e ignorante, las fumiga hasta exterminarlas. Y, claro, uno es muy dueño de hacerlo. Si prefirieras esta opción, aquí va una receta infalible, que hemos delineado paso a paso:

RECETA para FUMIGAR FELICIDADES (y desgraciarse la vida por cuenta propia): Hay momentos en que la vida está gravemente triste. Para esas situaciones esta receta no cuenta (en cambio sí nuestro apoyo y mucha ternura a quien esté hoy viviendo en extremo dolor). En el resto de los casos, cuando aparezca un momento que pueda a llegar a ser sencillamente luminoso, sígase este procedimiento:

1) Compárese el instante de contento que uno se disponga a fumigar, con otros momentos que uno haya vivido en el pasado, en que “SÍ era feliz”, y compadézcase de sí mismo porque ya no se es tan joven, o porque ya no están aquellas personas en su vida, o porque la infancia ya pasó, o porque “el mundo está peor que en aquellos buenos tiempos”...

2) Compáreselo con lo horrible que va a sentirse en el futuro si pierde lo que hoy le hace feliz (las personas queridas, su salud, su juventud, su gato...). Prefigurar en detalle las futuras catástrofes y elíjase darle combustible con la imaginación a la que más angustie; calcular que pueda llegar más vale antes que después, diciéndose a sí mismo el mantra preferido por los desgraciadores: “Lo bueno dura poco”...

3) Compáreselo con la felicidad que aún no tiene, y dígase a sí mismo que sí podría ser feliz, PERO “el día en que la vida le dé a uno lo que aún le falta” (un gran amor, un hijo que aún no nace, un mejor trabajo, más dinero, que se vayan los vecinos ruidosos...).

4) Compáreselo con la Felicidad (con mayúsculas) que supuestamente otros sí viven, porque los muy condenados SÍ tienen lo que uno no: una pareja feliz, una familia feliz, menos soledad, una salud perfecta, un pasado menos denso o las vacaciones soñadas... Imagíneselos felicísimos (no importa que no sea real: con imaginación uno podrá lograrlo).

Y si todo esto hubiera fallado, tener en cuenta un último recurso, siempre extremadamente eficaz:

5) Júrese a sí mismo que no hará nada para propiciarse las felicidades posibles; siéntese en una silla, en una plaza, o en la mesa familiar, a esperar eso que espera tantísima gente: QUE OTRO LE HAGA FELIZ. (No es que nunca suceda que un otro pueda darnos felicidades: el secreto de amargarse es EXCLUSIVAMENTE quedarse a la espera de ese gesto, de esa actitud, de que el otro por fin cambie, o de que aparezca esa persona ideal que aún no ha aparecido).

Si, en cambio, te has vacunado contra este proceso de fumigación, si lo has antidotado aprendiendo a apreciar lo que la vida SÍ da, si has renunciado a lo que no es, para dar espacio a LAS FELICIDADES POSIBLES, te avisamos que la receta no te dará resultado: serás uno de esos obstinados que andan amamantándose con la vida, libando pequeños néctares. Como el colibrí. No es fácil, claro, pero estar atentos a cuándo estamos fumigando el instante, y quizás atinar a corrernos de esa actitud, ya es un gran logro. Así que te deseamos, entonces, no “LA” Felicidad, pero sí, sinceramente, algo posible, algo verdadero: FELICIDADES! (Y ojalá recuerdes lo que significa cada vez que se lo desees a quienes aprecies...)

Virginia Gawel & Eduardo Sosa
Extraído de:
http://pensamientosensible.blogspot.com